jueves, 17 de febrero de 2011

Meditando en familia

LEYENDAS DEL MOLE POBLANO




Tres leyendas para un platillo: el mole poblano
Un popular guiso a base de chocolate
Una de las especialidades gastronómicas de México, que contiene gran variedad de ingredientes y que al probarlo, el comensal hasta se "chupa los dedos".
El mole es una especie de salsa que los aztecas preparaban para los grandes señores, al que llamaban Mulli y significa potaje o mezcla.
Era a base de chocolate y carne de guajolote (pavo), combinada con chiles. Pero existen varias versiones de cómo surgió este delicioso platillo, originario del estado de Puebla, en México.
Es uno de los platillos más conocidos, populares y ricos de nuestro país. Quien visite México y no pruebe el mole poblano, no conoce México.
Primera leyenda
Este guiso es tan popular que existen tres leyendas acerca de su origen.

La primera de ellas ubica al mole poblano en el convento de Santa Clara en la ciudad de Puebla. Se cuenta que cuando una monja molía en el metate diferentes tipos de chiles secos y condimentos, el olor que desprendía era tan agradable que las demás monjas se quedaban paradas en la puerta sólo para oler.
La madre superiora al oler le dijo a la monja que molía, “Hermana, ¡qué bien mole”, las demás monjas se rieron al escuchar lo anterior y la corrigieron, ´se dice, que bien muele, hermana´ y que por eso se le llama mole a este platillo.

Segunda Leyenda
Esta versión se ubica en Puebla de los Ángeles, donde se cuenta que el mole, cuya receta inicial contenía 80 ingredientes, fue creada por la Madre Andrea de la Asunción, monja dominica del convento de Santa Rosa en el siglo XVII.
Se dice que la madre mezcló todos los ingredientes molidos con poco agua, y que por falta de tiempo la dejó así. El resultado fue el mole, guiso que todos disfrutaron en esa celebración.

Tercera Leyenda
Nuevamente Puebla es el lugar donde se ubica esta leyenda. Un día Juan de Palafox, virrey de la Nueva España y arzobispo de Puebla, visitaría su diócesis. Para tal visita, los frailes de un convento de esa ciudad querían agasajar al arzobispo por lo que le dieron instrucciones precisas al cocinero, Fray Pascual.
Como todos estaban muy nerviosos por la visita, el fray Pascual a todos reprendía, sobre todo por lo desordenada que estaba la cocina.
El mismo fraile comenzó a amontonar en una charola todos los ingredientes para guardarlos en la despensa, pero era tal su prisa y nerviosismo que justo al pasar frente al fogón donde los guajolotes se estaban cociendo tropezó y los chiles, el chocolate, especias y demás ingredientes fueron a parar a la olla de los guajolotes.
El fraile temiendo que la comida para el arzobispo se echara a perder, comenzó a orar con toda su fe. El arzobispo llegó en esos momentos, y el fraile Pascual se limitó a moler los ingredientes y dejar el guiso así.
Al ver a los comensales sentados a ala mesa, sirvió las piezas de los guajolotes bañadas en la mezcla. El fraile Pascual no podía creer lo que estaba sucediendo, todo mundo elogió su platillo.
El Mole Poblano es uno de los platillos más populares y sabrosos de la gastronomía mexicana, y no es un producto de la casualidad, es el resultado de la fusión de culturas prehispánica y colonial de nuestro país y es patrimonio cultural de los mexicanos.
Para acompañar a este platillo se recomienda beber las famosas aguas frescas de jamaica y arroz. Y como digestivo se recomienda un tequila o un licor de damiana.

EL GIGANTE TRAGÓN


Érase una vez una abuelita que vivía con sus tres nietas. Las tres niñas ayudaban en las tareas del hogar por el cariño que sentían a su abuela. Un día la abuelita les dijo que en cuanto acabaran cada una de ellas su faena de la casa, podían bajar a la bodega a merendar pan con miel.
Al poco rato la pequeña de las tres hermanas acabó su labor y marchó a la bodega.
Nada más llegar, en la puerta y sin llegar a entrar, escuchó una voz que cantaba:
- Pequeña, pequeñita, no vengas acá, tralará, tralará...
-¿De dónde ha salido esa voz?, se preguntó la pequeña, y decidió entrar.
Zas!! en ese mismo momento el gigante Tragón la metió en un saco y la cerró.
Al cabo de media hora, la hermana mediana acabó su labor y le dijo a su abuelita que marchaba a merendar pan con miel a la bodega.
-Está bien - le dijo la abuelita - y de paso dile a tu hermana que está tardando demasiado en volver a casa.
-Muy bien abuela, se lo diré.
En cuanto llegó a la puerta de la bodega, justo antes de entrar, escuchó una voz que cantaba:
-Mediana, medianita, no vengas acá, tralará, tralará...
-¿Quién anda ahí? Preguntó la niña, y aunque no escuchó respuesta, decidió entrar.
Zas!! De nuevo el gigante Tragón encerró a la hermana mediana en el saco junto a la pequeña.
Pasado ya mediodía, la abuela se acercó a la hermana mayor y le preguntó -¿Todavía no has acabado?
-Me falta poco abuelita, ya voy.
-Hazme un favor, déjalo ya, acércate a la bodega a ver que hacen tus hermanas, se está haciendo muy tarde...
Y así lo hizo, pero cuando llegó a la puerta de la bodega pudo oír a alguien cantar:
-Mayor, mayorcita, no vengas acá, tralará, tralará...
Con toda curiosidad se acercó y Zas!!! Las tres hermanas acabaron en el saco del gigante Tragón.

Con toda la preocupación del mundo la abuelita salió a buscar a sus nietas, y al llegar a la puerta de la bodega escuchó cantar:
-Abuela, abuelita, no vengas acá, tralará, tralará...
-Ay Dios mío, mis niñas, seguro que ese gigante Tragón las ha cogido...
Pues la abuelita ya conocía al malvado gigante.
Corrió y corrió en busca de ayuda pero no encontró a nadie, y sentada en una roca llorando por sus nietas, se le acercó una avispa a preguntar:
-Ancianita, ¿qué le sucede? ¿Se encuentra usted bien?
-Mis nietas, las ha raptado el gigante Tragón, pobrecitas mías.
-No se preocupe abuelita, ese malvado tendrá su merecido.
Enseguida la avispa avisó a todas sus amigas del enjambre, y con voz de ataque gritaron:
-Vamos a por ese gigante malvado, hay que darle su merecido, ¡¡¡adelante compañeras!!!!
En el momento que el gigante Tragón salía de la bodega camino al bosque, todas las avispas empezaron a picotearle sin parar. Éste salió corriendo temeroso de los picotazos y olvidándose allá mismo del saco con las tres pequeñas. Las niñas pudieron salvarse de las garras del gigante Tragón gracias a unas avispas muy avispadas.
Finalmente, la abuelita y sus tres adorables nietas marcharon a casa para merendar un rico pan con miel.

FIN
Raquel Fernández Pérez (España)